lunes, 5 de mayo de 2008

CUBE (1998)



Para muchos amantes del cine escuchar el título cube es suficiente para ponerse en guardia, semejante a cuando uno oye el nombre de su novela favorita, o la musiquilla de aquella canción que su madre ponía en la radio mientras le cocinaba su comida favorita. Como todas aquellas películas que han supuesto un punto y aparte en la historia de un género concreto, es fácil caer en la reverencia o la idolatría.. En efecto, estos títulos tienen en común no el dar origen a estos géneros (Pues éstos ya poseían sus propias películas míticas de referncia) sino más bien el actualizarlos mediante un renacimiento formal y conceptual, dándoles una vuelta de tuerca y aportando frescura a lo que parecía no tener más salida que la extinción. Así pasó con Star Wars y Jurassic Park para la ciencia ficción, con Seven o El silencio de los Corderos para el thriller policíaco o con La Lista de Schindler para el género histórico. En el caso de Cube, aunque a medio camino entre la ciencia ficción y el terror (físico y psicológico), parece claro que asistimos a una nueva concepción del espacio y el tiempo, que ha tenido una enorme influencia en el cine posterior, incluso en el más comercial.


Basta con revisar títulos recientes para darnos cuenta de esto. A nadie se le escapa en qué estaban pensando los responsables de Saw cuando establecieron su famosa premisa inicial: dos hombres en una habitación (“Oh, Dios mío, ¿Qué hacemos aquí?") y una mente perversa y superior que los mantiene capturados. Lo mismo que en Mentes en blanco (bastante mala por cierto), o, barriendo hacia casa, ¿De qué va La Habitación de Fermat?


En efecto: una serie de realizadores se han dado cuenta del potencial de la habitación vacía, pero que está vacía por algo: no es el bombardeo de objetos, efectos, el atiborramiento de la pantalla, lo que inquieta al espectador, sino la contemplación de lo hueco: un espacio vacío es incómodo e inquietante, y hace referencia a algo distinto según la subjetividad de cada espectador. Como cuando contemplamos un sarcófago vacío, y pensamos en el muerto que un día ocupará su interior, o inspeccionamos los hornos crematorios de un campo de concentración, ahora vacíos, y pensamos en los infelices que allí se consumieron. Porque el vacío significa lo que no está presente, pero puede estarlo, al igual que el silencio remite a las palabras que vinieron antes, o vendrán después de él. Todo espacio implica un contenido potencial, y la habilidad del cineasta para llenarlo (de lo que quiera) resulta crucial.

Cube es un pavoroso paseo hacia nuestro subconsciente, al más puro estilo freudiano: nuestros deseos reprimidos hayan paradójicamente en la represión física exterior un camino de evacuación furibundo e incontrolable. Mann gegen Mann, el hombre es un lobo para el hombre, como decía Unamuno, y cuando la situación es extrema las medidas desesperadas parecen la única solución.



La atmósfera opresiva, enfermiza, desesperadamente aséptica, contrasta con el drama humano que se vive en el interior del cubo. El sufrimiento de los pobres infelices constituye en realidad el espíritu y la razón de ser de unas trampas que sólo tienen sentido cuando un pobre desgraciado cae en ellas. Decir que Cube es una sublimación del horror más primitivo, ya que juega con nuestros miedos instintivos (la claustrofobia, el dolor físico, lo desconocido) como si de un juguete se tratara, exponiéndolos ante nuestros ojos hasta el punto de hacerlos irreales. La empatía con los personajes se produce por tanto de forma inconsciente, con el colectivo y no con el individuo: comprendemos su terror, su angustia, pero, participando también en el juego, tenemos curiosidad por saber cuál perecerá, qué superhombre reúne las condiciones necesarias para salir de semejante lugar.


Experimentamos con los personajes como si fueran cobayas, sentimos lástima por ellos, pero no deseamos que se salven, sino ver hasta dónde son capaces de llegar.

El drama y el horror hacen su aparición rápidamente, ya desde la primera escena del film, en la que un desconocido es convertido en un abrir y cerrar de ojos en decenas de pastillas avecrem. Pero junto a este horror aparece ante todo una tremenda curiosidad. ¿De qué trata Cube? ¿Quién en su sano juicio ha construido semejante artilugio? ¿por qué son ellos y no otros los elegidos? Sólo los que sepan entender el cubo, pensar como pensó quien los encerró allí, hallarán la respuesta.

Mi calificación: 9

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