miércoles, 27 de febrero de 2008

SWEENEY TODD: Comienza la escabechina



Decir Tim Burton es apelar al imaginario de toda una generación de jóvenes, inadaptados, cinéfilos, internautas, góticos y freaks que han hecho de sus películas obras de culto intocables, inmortales, Por eso conviene tener cuidado al criticar sus trabajos, y más aún en Internet, territorio sin ley donde muchos de estos individuos deambulan y virusean a sus anchas. No es mi propósito sin embargo cargar tintas contra la obra de uno de los independientes más comerciales (valga la contradicción, si es que la hay) que ha parido Hollywood en su historia reciente, pues cierto es que el Californiano cuenta en su haber con títulos muy reseñables. Pero ahora me centraré en la hasta el momento su última creación: Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet, película que vi ayer noche y con la que inauguro este blog de crítica cinematográfica.


Vincent, primer cortometraje de Tim Burton (1982)

Muchos son los que alaban el estilo Burton: inconfundible, peculiar, exagerado, aterrador, fascinante; y no seré yo quien les lleve la contraria. Ciertamente ese ambientillo a medio camino entre las catedrales góticas y la cabecera de historias para no dormir, tan personal como universalizado del que presumían películas como la archiconocida Pesadilla antes de navidad ha pasado a convertirse en el sello de todo un modo de diseñar filmes que prácticamente no ha variado en sus años de director (Por cierto echad una ojeada a su primer corto animado, Vincent, una delicia de cinco minutos homenaje a Edgar Allan Poe). En ocasiones dicho estilo parece sin duda el más adecuado para abordar un determinado género de películas peculiares, oníricas, estrafalarias, que no podrían entenderse en un contexto realista (Véase Charlie y la fábrica de Chocolate, la saga Batman o Big Fish, en la que Ewan MacGregor interpreta a uno de los personajes más aborrecibles que he visto en el cine). De hecho estas películas son vistas decenas de veces, se mastican una y otra vez en busca de aquél detalle, este escenario o ese personaje esperpéntico que tanto nos maravilló la primera vez que las vimos.

Pero una vez pasada esta fascinación inicial, y puestos a profundizar en otros aspectos menos visuales, lo cierto es que las historias de Mr. Burton hace mucho que no valen un pimiento, si es que alguna vez lo valieron. Cuentos animados como La novia cadáver o incluso Pesadilla antes de Navidad, sin contar con la horrenda El planeta de los simios o la sobrevalorada Sleepy Hollow padecen de unas historias simplonas que en mi opinión denotan una falta de creatividad (o de ganas de tenerla) precisamente en aquél al que parecen sobrarle las ideas estrafalarias. Porque delegar el atractivo de una película únicamente en su estética, por muy currada y burtoniana que sea, es como pedirle a un pobre que se coma el celofán y tire el bocadillo.

Y sus historias no naufragan sólo por su extrema simplicidad (lo cual no es necesariamente malo), sino porque literalmente delegan todo lo mágico en ese estilo Burton, olvidándose de que no hay nada como un buen argumento para mantener verdaderamente enganchado al espectador. Y Sweeney Todd no es una excepción. La archiconocida premisa hombre que busca venganza y acaba uno a uno con todos los que destruyeron su maravillosa vida huele a rancio y sabe peor que las empanadillas de la Sra. Lovett., y apuesto a que Burton lo sabe.

Porque la historia en cuestión no es más que eso: Un Conde de Montecristo que en vez de espada blande un kit de navajas que ya quisiera el cocinero de la teletienda para cortar chuletas, que además luce un peinado hortera y se dedica a apurar al máximo sus afeitados al más puro estilo Gillette mientras canturrea despreocupadamente y mueve el entrecejo cuando ve a sus enemigos. Menos escrúpulos tiene aún su amiga Lovett, interpretada por Helena Bonham Carter, más humana en la superficie pero igual de cruel y despiadada en el fondo, que encuentra en el particular hobby de su compañero un negocio de comida rápida muchos años antes de que el primer Mc Donalds abriera sus puertas.

Con semejantes personajes resultan poco creíbles los sentimientos amorosos de una empalagosa e innecesaria pareja de jóvenes y de un repelente niño que en el fondo sólo sirve para inflar el relato y oxigenar un poco a la concurrencia de tanto cyborg no programado para tener sentimientos (¿Qué decir del juez Turpin y sus juicios rápidos?). Además el texto de las canciones, lejos de ser lírico, se torna en ocasiones aburrido y, lo que es peor, anticipa innecesariamente los pocos golpes de efecto que podría depararnos la trama, condenando al espectador a esperar pacientemente a que se cumpla aquello que ya nos han contado (y en verso) los personajes.

Cierto que la ambientación es muy lograda: los escenarios, objetos, luces y sombras –predominan los tonos oscuros, por supuesto- transmiten muy bien el inquietante y sórdido Londres victoriano, al igual que el vestuario y la caracterización de los personajes, lo que en mi opinión revela únicamente a estas alturas que el director tiene un magnífico equipo técnico detrás. Porque en lo referente a la historia, al argumento, al meollo del asunto, tenemos lo de siempre: una historia simplona, de final predecible y envuelta en unas cuantas tonadillas que la hacen más digerible.

No me malinterpretéis. La película es entretenida, los actores cumplen de sobra en sus papeles (¿Cuándo se reconocerá por fin el gran talento de Johnny Deep?) e interpretaciones tonales, y la música es en ocasiones brillante (pese a ser adaptada del musical original, del que no logra despegarse del todo). Realmente son conmovedores algunos pasajes en los que se alcanza un gran lirismo difícil de describir, como si Jack Skeleton hubiera sacado por fin su lado más sádico y tierno al mismo tiempo, y en esos momentos atisbamos la gran película que Sweeney Todd podría haber llegado a ser, con varios kilos menos de autocomplacencia. Porque a estas alturas el universo Burton ya no es suficiente.

Un último consejo: no hagáis como yo y llevaros las gafas si no veis bien de lejos, porque hay subtítulos a tutiplén, lo que hace que en ocasiones estemos más preocupados de seguir el libreto que de enterarnos de lo que pasa. Pero tampoco os pongáis demasiado cerca de la pantalla, no os vaya a salpicar la sangre que por cierto esta vez sí que brota a borbotones.

Mi puntuación: 7,5

4 comentarios:

cris dijo...

Cierto. Historia simple y excesivos chorretones de sangre. Y en cuanto a la ambientación, sí, ya sabía qué me iba a encontrar. Pero me sigue gustando entrar en esos mundos de tim burton; y johnny depp no está nada mal...
gafas ok, pero se entendía bastante bien, o no?
ah, y dónde está la revolución?

cris dijo...

ah! y me ha encantado vincent

Unknown dijo...

bueno, como amigo me he leido tu crítica, que demuestra que en estos últimos años algo de cine has aprendido. Pero a mi me gusta mas tu estilo cómico de contar las cosas, detalles como el del pobre que se come el celofán, así que por favor escribe más en el fotolog, donde te permites las coñas. Tampoco dejaré de perderme tus próximas críticas, claro.
Saludos cariñosos, besos, abrazos y tonterías varias del colgado del Masnou

Rosemary dijo...

He de decir que todavia no he visto la nueva peli de Burton...Una pena, porque tengo muchas ganas, y después de tu humorística crítica voy más preparada. Gracias por el consejo de las gafas, a mi me viene la mar de bien; entre otras cosas porque siempre se me olvidan las gafas para ir al cine...
Por cierto, me gusta mucho Tim Burton. Vale, igual es más estética que otra cosa de un hombre raro...raro...raro...pero aun así me parece increible que de un simple argumento consiga tales resultados. Eso es un logro, no un defecto, a mi parecer.
saluditos.
alicia